domingo, 6 de octubre de 2019

Ventilación no invasiva para la exacerbación de la insuficiencia cardíaca

La ventilación con presión positiva no invasiva previene la intubación y la mortalidad hospitalaria en pacientes con edema pulmonar cardiogénico agudo
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Autor: Nicolas Berbenetz, Yongjun Wang James, Brown Charlotte, Godfrey Mahmood, Ahmad Flávia MR, Vital Pier, Lambiase Amitava, Banerjee Ameet, Bakhai Matthew Chong Fuente: Cochrane Systematic Review https://doi.org/10.1002/14651858.CD005351.pub4 Non-invasive positive pressure ventilation (CPAP or bilevel NPPV) for cardiogenic pulmonary oedema
Antecedentes
La ventilación no invasiva con presión positiva (VNIPP) se ha utilizado para tratar la dificultad respiratoria debida al edema pulmonar agudo cardiogénico (EPAC).
Se realizó una revisión sistemática y metanálisis actualizados sobre la VNIPP en pacientes adultos que presentaban EPAC.
Objetivos
Evaluar la seguridad y la efectividad de la VNIPP en comparación con la atención médica estándar (AME) para pacientes adultos con EPAC.
El resultado primario fue la mortalidad en el hospital.
Los resultados secundarios importantes fueron intubación endotraqueal, intolerancia al tratamiento, duración de la estancia en el hospital y en la unidad de cuidados intensivos, tasas de infarto agudo de miocardio y tasas de eventos adversos.
Métodos de búsqueda
Se hicieron búsquedas en CENTRAL (CRS Web, 20 septiembre 2018), MEDLINE (Ovid, 1946 hasta 19 septiembre 2018), Embase (Ovid, 1974 hasta 19 septiembre 2018), CINAHL Plus (EBSCO, 1937 hasta 19 septiembre 2018), LILACS, WHO ICTRP y en clinicaltrials.gov. También se revisaron las listas de referencias de los estudios incluidos. No se aplicaron restricciones de idiomas.
Criterios de selección
Se incluyeron los ensayos controlados aleatorios cegados o no cegados en pacientes adultos con EPAC. Los participantes se debían haber asignado al azar a VNIPP (presión positiva continua de las vías respiratorias [PPCVR] o VNIPP a dos niveles) más atención médica estándar (AME) en comparación con AME sola.
Obtención y análisis de los datos
Dos autores de la revisión examinaron de forma independiente y seleccionaron los artículos para su inclusión. Se extrajeron los datos con un formulario estandarizado de recolección de datos.
Se evaluó el riesgo de sesgo de cada estudio mediante la herramienta Cochrane "Riesgo de sesgo". La calidad de la evidencia de cada resultado se evaluó mediante las recomendaciones GRADE.
Resultados principales
Se incluyeron 24 estudios (2664 participantes) en participantes adultos (mayores de 18 años de edad) con dificultad respiratoria debida a EPAC que no necesitaban ventilación mecánica inmediata.
Los pacientes con EPAC se presentaron a un servicio de urgencias o eran enfermos hospitalizados. El tratamiento del EPAC se proporcionó en el contexto de cuidados intensivos o de un servicio de urgencias.
La mediana del seguimiento fue 13 días para la mortalidad en el hospital, un día para la intubación endotraqueal y tres días para el infarto agudo de miocardio.
Comparada con la AME, la VNIPP podría reducir la mortalidad en el hospital (cociente de riesgos [CR] 0,65; intervalo de confianza [IC] del 95%: 0,51 a 0,82; participantes = 2484; estudios = 21; I2 = 6%; evidencia de calidad baja), con un número necesario a tratar para un resultado beneficioso adicional (NNTB) de 17 (NNTB: 12 a 32).
La VNIPP probablemente reduce las tasas de intubación endotraqueal (CR 0,49; IC del 95%: 0,38 a 0,62; participantes = 2449; estudios = 20; I2 = 0%; evidencia de calidad moderada), con un NNTB de 13 (NNTB: 11 a 18).
Probablemente hay poca o ninguna diferencia en la incidencia de infarto de miocardio agudo (IMA) con la VNIPP en comparación con la AME para el EPAC (CR 1,03; IC del 95%: 0,91 a 1,16; participantes = 1313; estudios = 5; I2 = 0%; evidencia de calidad moderada).
No se sabe si la VNIPP aumenta la estancia hospitalaria (diferencia de medias [DM] −0,31 días; IC del 95% −1,23 a 0,61; participantes = 1714; estudios = 11; I2 = 55%; evidencia de muy baja calidad).
En general, los eventos adversos fueron similares entre los grupos VNIPP y AME, pero la evidencia fue de calidad baja.
Conclusiones de los autores
Esta revisión apoya la aplicación clínica continua de la VNIPP en el EPAC para mejorar los resultados como la mortalidad en el hospital y las tasas de intubación.
  • La VNIPP es una intervención segura, con tasas similares de eventos adversos que la AME sola.
     
  • Se necesitan estudios de investigación adicionales para determinar si subgrupos específicos de pacientes con EPAC obtienen mayores beneficios de la VNIPP en comparación con la AME.
     
  • Los estudios de investigación futuros deben explorar el efecto beneficioso de la VNIPP en pacientes con EPAC e hipercapnia.
Comentario
La VNI sigue siendo la única intervención con pruebas aleatorias a nivel de ensayos para mejorar los resultados de mortalidad en pacientes con exacerbaciones agudas de la IC.
Las consideraciones prácticas (como la disponibilidad de camas de unidades de cuidados intensivos o dispositivos NIV) podrían limitar el uso de NIV.
No obstante, en el futuro, las organizaciones profesionales deben producir recomendaciones claras y coherentes de HF que promuevan la consideración de la VNI en pacientes con exacerbaciones agudas de HF.
fuente: https://www.intramed.net/contenidover.asp?contenidoid=94568

Buenas a tod@ los que siguen este blog o an revisado algunos de sus artículos en breve estaremos actualizando contenidos ademas incluir temas acerca de la Medicina Tactica en America latina, serán temas interesantes para los que nos dedicamos a la medicina de urgencias y emergencias. un saludo y espero que sean de su agrado.

domingo, 9 de octubre de 2016

Trombosis venosa profunda y embolia pulmonar

Su incidencia está en constante aumento

Trombosis venosa profunda y embolia pulmonar

Epidemiología, diagnóstico y tratamiento de la trombosis venosa profunda de las piernas y de la embolia pulmonar. 
Autor: Marcello Di Nisio, Nick van Es, Harry R Büller Fuente: The Lancet 6736(16)30514-1 Deep vein thrombosis and pulmonary embolism



Introducción
La trombosis venosa profunda (TVP) y la embolia de pulmón (EP) son manifestaciones de la enfermedad tromboembólica venosa. A pesar de que la TVP se desarrolla con mayor frecuencia en las piernas, las venas profundas de los brazos, esplácnicas y cerebrales también pueden estar afectadas.
"El tromboembolismo venoso se asocia con una elevada morbilidad y mortalidad"
Epidemiología
La incidencia está en constante aumento debido al envejecimiento de la población, la mayor prevalencia de comorbilidades asociadas al tromboembolismo venoso, como la obesidad, la insuficiencia cardíaca y el cáncer y a la mayor sensibilidad y difusión de los estudios por imagen para detectar el tromboembolismo venoso. La incidencia anual media aumenta exponencialmente con la edad hasta un máximo de 1 caso/100 personas >80 años. A partir de los 45 años, el riesgo de por vida de desarrollar un tromboembolismo venoso es del 8%.
En comparación con los individuos de raza blanca, la incidencia es mayor en las personas de raza negra, y baja en los asiáticos, una disparidad cuya causa aún no ha sido dilucidada. No hay diferencia de riesgo entre los sexos aunque parece ser 2 veces mayor en los hombres que en las mujeres, cuando no se tiene en cuenta el  tromboembolismo venoso relacionado con el embarazo y la terapia estrogénica.
El tromboembolismo venoso se asocia con una elevada morbilidad y mortalidad. Aunque la tasa de mortalidad por EP a los 30 días está en disminución, casi el 20% de los pacientes muere antes o poco después del diagnóstico, sobre todo si la embolia se asocia con inestabilidad hemodinámica. A largo plazo, el tromboembolismo venoso es una enfermedad crónica y casi el 30% de los pacientes sufre una recurrencia en el término de 10 años.
Las secuelas de la enfermedad tromboembólica venosa también se asocian con gran discapacidad e incluyen el síndrome post trombótico, que se desarrolla en el 20-50% de los pacientes con TVP y, la hipertensión pulmonar tromboembólica crónica, que complica al 1-4,0% de las EP.
Aunque en las últimas décadas el conocimiento de los factores de riesgo ha aumentado, entre el tercio y la mitad de los episodios tromboembólicos venosos no tienen un factor provocador identificable y por lo tanto son clasificados como no provocados. Los episodios restantes son ocasionados (provocados) por factores transitorios o persistentes que agregan o aumentan el riesgo de tromboembolismo venoso mediante la inducción de hipercoagulabilidad, estasis, daño o disfunción de la pared vascular.
"Los factores de riesgo importantes de enfermedad tromboembólica venosa son la cirugía, la inmovilización y el cáncer"
Los factores de riesgo importantes de enfermedad tromboembólica venosa son la cirugía, la inmovilización y el cáncer. El riesgo es especialmente elevado en los pacientes sometidos a la cirugía ortopédica mayor; las tasas postoperatorias de tromboembolismo venoso a pesar de la tromboprofilaxis es de alrededor del 1%. Casi el 20% de las tromboembolias venosas está relacionado con el cáncer, mientras que tanto la cirugía como la inmovilización representan el 15% de los casos. Los factores de riesgo hereditarios más frecuentes, además de los grupos sanguíneos no 0, son el factor V Leiden y las mutaciones del gen de protrombina, con una prevalencia en la población europea del 3 al7% y del 1 al 2%, respectivamente.
Dado que los factores de riesgo hereditarios predicen solo ligeramente el tromboembolismo venoso recurrente, las pruebas de trombofilia parecen tener poca o ninguna relevancia para el manejo de le enfermedad tromboembólica venosa a largo plazo. A pesar de que la lista de determinantes genéticos del tromboembolismo venoso se actualiza constantemente y hay nueva evidencia que apoya las pruebas de varios polimorfismos de un solo nucleótido en un solo chip, las mimas no tienen relevancia aún para la práctica clínica.
Factores de riesgo de tromboembolismo venoso

Factores de riesgo clínicos y ambientales
Hipercoagulabilidad
• Edad avanzada.
• Cáncer activo.
• Síndrome antifosfolípidos.
• Tratamiento con estrógenos.
• Embarazo o puerperio.
• Antecedentes personales o familiares de tromboembolismo venoso.
• Obesidad.
• Enfermedades autoinmunes. e inflamatorias crónicas (por ej., enfermedad intestinal inflmatoria)
• Trombocitopenia inducida por heparina
Daño vascular
• Cirugía
• Trauma o fractura
• Catéter venoso central o marcapasos
Estasis venoso o inmovilización
• Hospitalización por enfermedad médica aguda
• Residencia en hogar de ancianos
• Viajes de larga distancia durante más de 4 horas.
• Paresia o parálisis.
Factores de riesgo hereditarios
• Factor V Leiden
• Protrombina 20210G → Una mutación
• Deficiencia de antitrombina
• Deficiencia de proteína C
• Deficiencia proteína S
• Grupo sanguíneo no 0

Diagnóstico
"El diagnóstico de la enfermedad tromboembólica venosa basado solo en las manifestaciones clínicas no es fiable debido a la poca especificidad de los signos y síntomas"
Presentación clínica
Las manifestaciones clínicas de la TVP de las piernas son la hinchazón o el edema con fóvea, el enrojecimiento, el dolor y la presencia de venas colaterales superficiales.
Los signos y síntomas de la EP comprenden el inicio súbito de disnea o el deterioro de la disnea preexistente, dolor torácico, síncope o mareos debido a hipotensión o shock, hemoptisis, taquicardia o, taquipnea.
Las anomalías en la radiografía de tórax, el electrocardiograma o el análisis de gases en sangre no son específicas para la EP pero pueden ser útiles para el diagnóstico diferencial. Alrededor del 70% de los pacientes con EP sintomática tiene TVP concomitante, que es sintomática hasta en la cuarta parte de los casos. Por el contrario, la EP silenciosa está presente en al menos un tercio de los pacientes con TVP sintomática.
El gran reto de los estudios diagnósticos ante la sospecha de tromboembolismo venoso es la identificación rápida y precisa de los pacientes que requieren tratamiento para evitar la extensión o la embolización y diferenciarlos de los pacientes sin la enfermedad, en quienes hay que evitar los estudios diagnósticos y la terapia anticoagulante innecesarios.
El diagnóstico de la enfermedad tromboembólica venosa basado solo en las manifestaciones clínicas no es fiable debido a la poca especificidad de los signos y síntomas. Por lo tanto, para confirmar o descartar el diagnóstico son necesarios los estudios por imagen. Sin embargo, la prevalencia de la enfermedad entre los pacientes con sospecha clínica de TVP o EP solo es de aproximadamente el 20%; con una amplia variación entre los países y los entornos clínicos (4% a 44%).
Por lo tanto, las imágenes no son necesarias en todos los pacientes con sospecha de tromboembolismo venoso debido a los daños potenciales de estos procedimientos, incluyendo la exposición a la radiación y el riesgo de nefropatía por la sustancia de contraste, así como por la asociación con los costos de la atención de la salud y del uso.
Para guiar las decisiones sobre quién debe ser derivado para el diagnóstico por imágenes se han desarrollado algoritmos de diagnóstico basados en la evaluación del grado de probabilidad clínica y la medición del dímero-D.
Grado de probabilidad clínica y test del dímero D
"Los niveles del dímero D aumentan naturalmente con la edad y por lo tanto, en las personas de edad avanzada su especificidad para el tromboembolismo venoso disminuye"
Las reglas de decisión clínica, basadas en los puntajes de probabilidad clínica se utilizan para estratificar a los pacientes y orientar la selección y la interpretación de otras pruebas diagnósticas. El puntaje de TVP de Well se compone de 10 ítems y es el puntaje más frecuentemente utilizado en la práctica clínica para los pacientes con sospecha de TVP. Los puntajes mejor validados para la sospecha de EP son el puntaje de EP de Well y el puntaje de Ginebra revisado, que incorpora factores de riesgo de tromboembolismo venoso y signos y síntomas de EP. Con el paso del tiempo, estos puntajes han sido modificados para simplificar su cálculo y siguen siendo muy utilizados.
Aunque las reglas de decisiones clínicas parecen tener un rendimiento similar como evaluación clínica empírica, se las prefiere para estandarizar dicha evaluación y aumentar la posibilidad de ser reproducidas entre los médicos con menos experiencia. Los puntajes de Well y las reglas revisadas de Ginebra fueron originalmente interpretados como reglas de 3 niveles (probabilidad clínica baja, intermedia o alta), pero ahora se utilizan en modo dicotómico, clasificando los cuadros de los pacientes como TVP posible o de probabilidad elevada y, TVP de poca o ninguna probabilidad.
Puesto que las reglas de decisión clínica no pueden por sí solas excluir con seguridad el diagnóstico de  TVP o EP tienen que ser usadas junto con el test del dímero D. En los pacientes con poca probabilidad de tener una enfermedad tromboembólica venosa en base a las reglas de decisión clínica, el diagnóstico puede ser excluido con seguridad si el nivel del dímero D es normal o inferior al valor definido como umbral para el test.
Con este enfoque se pueden evitar  las imágenes y el tratamiento en aproximadamente un tercio de los pacientes con sospecha de TVP o EP, de los cuales a menos del 1% se les diagnostica tromboembolismo venoso, la en los 3 meses siguientes, la que es considerada una tasa aceptable.
La medición cuantitativa del dímero D tiene mayor sensibilidad pero menor especificidad que las pruebas cualitativas, lo que resulta en menos resultados negativos falsos al costo de que más pacientes son derivados para estudios por imagen. El análisis del dímero D en el punto de atención del paciente se puede hacer de inmediato, en el departamento de emergencia o en el consultorio del médico, y proporciona resultados dentro de los 10-15 minutos.
Este test, combinado con las reglas de decisión clínica que potencialmente simplifican el estudio diagnóstico en el ámbito de la atención primaria también parece excluir con seguridad la enfermedad tromboembólica venosa y reduce la necesidad de derivación al centro de atención secundaria. Para optimizar el equilibrio entre la sensibilidad y la especificidad, a la hora de una decisión clínica particular, para elegir el tipo de test del dímero D se debe tener en cuenta la prevalencia local del tromboembolismo venoso, ya que las características pueden variar en los diferentes entornos clínicos.
En los pacientes con sospecha de tromboembolismo venoso probable según las reglas de decisión clínica, el valor predictivo negativo del dímero D es menor y por lo tanto estos pacientes deben ser derivados para estudios por imagen.
La utilidad de las reglas de decisión clínica y del test del dímero D varía entre los subgrupos de alto riesgo. Por ejemplo, se ha demostrado que ambas herramientas tienen menor especificidad, tanto en los pacientes con cáncer como en los pacientes hospitalizados. En consecuencia, el algoritmo diagnóstico produce más resultados positivos falsos y una proporción más baja de pacientes que son derivados para hacer estudios por imágenes.
Por otra parte, se ha demostrado que en los pacientes con cáncer, descartando la TVP clasificada como tromboembolismo venoso poco probable, el test del dímero D normal no es seguro ni eficiente. Por lo tanto, en estos subgrupos, los médicos podrían considerar la posibilidad de proceder directamente a los estudios por imagen.
Entre los pacientes con tromboembolismo venoso previo, la clasificación de tromboembolismo venoso poco probable combinado con un dímero D normal descarta con seguridad el tromboembolismo venoso, pero son más los pacientes que requieren estudios por imagen. Aunque para las mujeres embarazadas con sospecha de TVP se ha propuesto una regla de decisión clínica específica, antes de ser aplicada más ampliamente es necesaria una validación externa.
Los niveles del dímero D aumentan naturalmente con la edad y por lo tanto, en las personas de edad avanzada su especificidad para el tromboembolismo venoso disminuye. Para aumentar la utilidad del dímero D en estos pacientes se utiliza un umbral del dímero D ajustado a la edad, definido como la edad x 10 µg/l para los pacientes >50 años.
Comparado con el límite fijo convencional de 500 µg/L, el umbral ajustado a la edad tiene mayor especificidad y una sensibilidad similar para todas las franjas etarias por debajo de los 50 años, aumentando así la proporción absoluta (5-6%) de pacientes en los que se pueden evitar con seguridad los estudios por imagen. La seguridad de este umbral para el dímero D ajustado a la edad fue validada recientemente en un gran estudio prospectivo de 3.346 pacientes ambulatorios con sospecha clínica de EP. El rendimiento del umbral del D-dímero ajustado a la edad en los pacientes con sospecha clínica de TVP sigue en el campo de la investigación.
Otro enfoque propuesto para los pacientes con sospecha de EP es la aplicación de Pulmonary Embolism Rule-out Criteria (PERC) (Criterios para Descartar la EP) en los pacientes con una probabilidad clínica baja de acuerdo a un regla de decisión clínica de 3 niveles. Si un paciente de bajo riesgo cumple con todos los criterios PERC, los médicos pueden abstenerse de determinar el dímero-D y descartar la enfermedad. Sin embargo, la seguridad de esta estrategia no ha sido validada en un estudio prospectivo. Otros han propuesto un umbral del dímero D que varía en función de la probabilidad pretest o incluso, se ha propuesto hacer una sola prueba del dímero D para excluir el tromboembolismo venoso, pero estas estrategias también esperan ser confirmadas.
En general, el uso de las reglas de decisión clínica y de la prueba del dímero D estandarizan la evaluación diagnóstica del tromboembolismo venoso, reducen el uso de pruebas invasivas y son rentables. La familiaridad con las reglas de decisión clínica y su aplicación son importantes porque su uso inadecuado puede resultar en un manejo inapropiado y un mayor riesgo de tromboembolismo venoso fatal o no fatal.
Estudios por imagen de la trombosis venosa profunda
"La ecografía de compresión ha reemplazado a la venografía por contraste como método preferencial para el diagnóstico de TVP"
Los pacientes que por el puntaje de Well tienen diagnóstico de TVP probable o poco probable pero un dímero D superior al umbral fijo convencional deben ser derivados para estudios por imagen.
La ecografía de compresión ha reemplazado a la venografía por contraste como método preferencial para el diagnóstico de TVP. La ecografía de compresión se realiza siguiendo dos enfoques principales: la compresión de toda la pierna e (completa) que evalúa todo el sistema de venas profundas desde la ingle hasta la pantorrilla, y compresión limitada, que solo evalúa los segmentos de las venas poplítea y femoral (ecografía de dos puntos).
En los pacientes con una ecografía de compresión limitada, el examen debe repetirse después de 1 semana para comprobar que la TVP distal (es decir, debajo de la rodilla) no se ha propagado en sentido proximal. Ambas ecografías se consideran equivalentes en términos de seguridad ya que los estudios importantes sobre el manejo de la enfermedad muestran que los dos enfoques brindan resultados negativos falsos <1%.
La decisión de utilizar un enfoque sobre otro varía según el centro de atención y hay que tener en cuenta las ventajas y desventajas de ambos métodos, así como la experiencia y las instalaciones disponibles. Cuando es realizada por personal experimentado, la ecografía de compresión completa se hace en aproximadamente 10-15 minutos, con coincidencia entre los observadores y solo unos pocos resultados no concluyentes.
Permite excluir tanto la TVP proximal como la distal en una sola evaluación y si no se ha detectado ninguna trombosis ayuda al diagnóstico diferencial. En todos los pacientes sintomáticos, el uso de la ecografía de compresión completa se asocia con un aumento absoluto del diagnóstico de TVP, entre el 4 y el 15%, debido a la detección de coágulos aislados en las venas profundas de la pantorrilla. La importancia pronóstica de estos coágulos sigue siendo incierta y existe controversia acerca de cuál es su manejo óptimo.
La ecografía de compresión limitada requiere menos experiencia y se puede hacer en 3-5 minutos en condiciones de rutina. Sin embargo, por lo menos el 70% de los pacientes requiere la repetición del examen, lo que puede ser engorroso y no siempre factible. Por otra parte, solo el 1-6% de los pacientes que se someten a un segundo examen reciben posteriormente el diagnóstico de TVP. La prueba se repite solamente en el grupo de pacientes con TVP clasificada como probable por el puntaje de Well y un nivel anormal del dímero D.
El número de pacientes que requiere un estudio ecográfico seriado puede ser reducido en al menos un tercio. ^Para excluir el diagnóstico de TVP de la pelvis o de la vena cava inferior en los pacientes con una fuerte sospecha clínica o en las embarazadas es necesario recurrir a la  TC o la venograafía por resonancia magnética (RM), ya que el diagnóstico mediante la ecografía de compresión puede ser difícil.
Alrededor del 10% de los pacientes con sospecha de TVP tiene  antecedentes de TVP. El diagnóstico de TVP recurrente mediante la ecografía de compresión se ve obstaculizado por la persistencia, 1 año después del primer episodio, de anormalidades en las venas profundas de aproximadamente el 50% de los pacientes, reflejado en la poca concordancia entre los observadores respecto del estudio.
Si no es posible comparar el coágulo residual con una ecografía de compresión previa, o la misma es inadecuada, están indicados otros estudios como la venografía por TC. Las observaciones preliminares indican una precisión elevada de la imagen del trombo en las imágenes de la RM, con buena concordancia entre los observadores e imágenes adecuadas en la mayoría de los casos.
Estudios por imagen de la embolia pulmonar
"La angiografía pulmonar por tomografía computada ha reemplazado al centellograma pulmonar de ventilación / perfusión"
Los pacientes con diagnóstico de EP probable según el puntaje de Well o que tienen un elevada probabilidad clínica por la regla de Ginebra revisada, además de tener un dímero D superior al umbral ajustado a la edad, deben ser derivados para realizar estudios por imagen. La angiografía pulmonar por TC (APTC) ha reemplazado al centellograma pulmonar de ventilación-perfusión y se ha convertido en el estudio de primera línea para la EP en la mayoría de los centros.
La APTC está ampliamente disponible y los escáneres modernos tienen una sensibilidad elevada para la EP, lo que permite que sea utilizada como prueba. Por ejemplo, en dos grandes estudios del manejo del embolismo pulmonar se descartó el riesgo de tromboembolismo venoso a los 3 meses en los pacientes que tenían una APTC normal, correspondiente al 0,5% y 1,3% de los casos, respectivamente. Por otra parte, las exploraciones inadecuadas mediante la APTC son pocas (0,6-3,0%). Una vez excluida la EP, este examen puede proporcionar un diagnóstico alternativo.
El uso de la APTC como estudio por imagen para el diagnóstico presuntivo de EP puede aumentar la detección de EP subsegmentarias pequeñas, lo que podría tener una importancia clínica cuestionable, aunque estas embolias periféricas aisladas son infrecuentes. El centellograma de ventilación-perfusión es tan seguro como la APTC para el diagnóstico de EP y se asocia con una exposición más baja a la radiación, pero a menudo no está fácilmente disponible y en el 30-40% de los pacientes los resultados no ayudan al diagnóstico.
El centellograma pulmonar de ventilación- perfusión es útil cuando la APTC está contraindicada debido a una insuficiencia renal grave o alergia al medio de contraste, y puede indicarse en las embarazadas y mujeres jóvenes, con el fin de reducir la exposición de la mama a la radiación. En los pacientes hemodinámicamente inestables con sospecha de EP que requieren un diagnóstico rápido y no pueden someterse a la APTC, se puede hacer el ecocardiograma transtorácico, para detectar signos de disfunción ventricular derecha, lo que podría justificar la reperfusión de emergencia.
En los pacientes con sospecha de EP recurrente, la APTC es el estudio por imagen de preferencia. La obstrucción trombótica pulmonar residual puede complicar la interpretación de las imágenes. Sin embargo, en un estudio del manejo de los pacientes con sospecha de EP recurrente, la combinación de una regla de decisión clínica poco probable y un dímero D normal excluyen con seguridad la EP recurrente en el 17% de los pacientes que no tuvieron una tromboembolia venosa durante los 3 meses de seguimiento, mientras que la incidencia en los 3 meses posteriores a  una APTC normal fue del 3%.
Para el diagnóstico de EP se han evaluado otras técnicas por imagen, tales como la RM y la TC por emisión de fotón único (SPECT), pero los datos precisos son escasos, con pocas comparaciones directas con la APTC. Por lo tanto, estas modalidades deberían considerarse experimentales.

Tratamiento
Tratamiento anticoagulante
El tratamiento anticoagulante es la base principal del tratamiento del tromboembolismo venoso y se divide clásicamente en 3 fases: la fase aguda, durante los primeros 5-10 días después del diagnóstico de tromboembolismo venoso; la fase de mantenimiento de 3-6 meses y, la fase extendida más allá de este período.
Durante la fase aguda, las opciones terapéuticas son la inyección subcutánea de heparina de bajo peso molecular o fondaparinux, la heparina no fraccionada intravenosa o, los inhibidores directos del factor Xa por vía oral como el rivaroxaban y el apixabán.
La heparina no fraccionada necesita ajustar la dosis de acuerdo a los resultados del tiempo parcial de tromboplastina activada, mientras que las heparinas de bajo peso molecular ajustadas al peso pueden administrarse en dosis fijas y sin monitoreo.
La heparina de bajo peso molecular se prefiere a la heparina no fraccionada por ser más eficaz y segura. Sin embargo, la heparina no fraccionada está indicada en los pacientes sometidos a trombólisis, ya que posee una vida media más corta, es de fácil monitoreo y brinda la posibilidad de revertir su acción anticoagulante en forma inmediata mediante la administración de protamina. La heparina no fraccionada también se prefiere para las personas con insuficiencia renal grave (clearance de creatinina muy bajo, <30 ml/min) en quienes se produce la acumulación de la heparina de bajo peso molecular y el fondaparinux debido a su dependencia de la depuración renal.
En los pacientes con trombocitopenia inducida por heparina confirmada o sospechada, la heparina debe ser suspendida inmediatamente y la anticoagulación se continúa con anticoagulantes parenterales tales como el fondaparinux, el argatrobán o la lepirudina. Después de al menos 5 días de su administración simultánea con antagonistas de la vitamina K, y una vez que el RIN (Razón Normalizada Internacional) es >2,0 en repetidas ocasiones, la heparina o el fondaparinux pueden ser interrumpidos. Los antagonistas de la vitamina K tienen un índice terapéutico estrecho debido a la interacción entre fármacos y entre los fármacos y los alimentos, resultando en una gran variabilidad entre los pacientes y en el mismo paciente. Por lo tanto, para mantener la RIN entre 2,0 y 3,0 es necesario el monitoreo sistemático.
"Los anticoagulantes orales directos deben ser considerados como el tratamiento anticoagulante de primera línea para el tromboembolismo venoso"
Para el tratamiento del tromboembolismo venoso, durante la última década se han introducido los anticoagulantes orales directos, como el inhibidor de la trombina dabigatrán etexilato y los inhibidores del factor Xa rivaroxabán, apixabán y edoxabán. Estos agentes superan muchas desventajas de los antagonistas de la vitamina K. Los anticoagulantes por vía oral tienen poca interacción con otros medicamentos y alimentos y se pueden administrar en dosis fijas sin monitoreo de rutina, lo que simplifica enormemente el tratamiento.
Debe evitarse el uso concurrente de los inhibidores potentes de la P-glicoproteína, o de los inductores o inhibidores del citocromo P450  (por ej., ciertos inhibidores de la proteasa, antimicóticos y antiepilépticos) ya que pueden influir en la exposición a los anticoagulantes directos por vía oral. Estos anticoagulantes tienen un inicio de acción rápido alcanzando sus niveles máximos dentro de las 2-4 horas, con una vida media de alrededor de 12 horas, mucho más corta que la vida media de los antagonistas de la vitamina K.
Mientras que los antagonistas de la vitamina K solo se eliminan mínimamente por los riñones, la depuración renal de los anticoagulantes orales directos varía del 27% al 80%. El dabigatrán y el edoxabán requieren ser administrados durante 5 días junto con la heparina de bajo peso molecular, mientras que el rivaroxaban y el apixabán se administran como único fármaco, sin heparina previa, aunque en una dosis más elevada durante las primeras 3 semanas para el rivaroxaban y durante 7 días para el apixabán, si fuera necesario.
La eficacia y seguridad para el tratamiento de la TVP y la EP de los 4 anticoagulantes orales directos fueron comparadas con las de los antagonistas de la vitamina K en 6 grandes estudios de fase 3, los cuales coincidieron en el hallazgo de no inferioridad de los anticoagulantes orales directos con respecto al  tromboembolismo venoso recurrente y un menor riesgo de sangrado mayor.
Más tarde, un metaanálisis confirmó estas conclusiones y mostró que los anticoagulantes orales se asocian con una reducción relativa general importante del 39% del riesgo de hemorragia mayor. Estos resultados fueron consistentes en los distintos subgrupos de pacientes de alto riesgo, incluyendo aquellos con EP de ≥75 años, peso corporal ≥100 kg y pacientes con insuficiencia renal moderada (clearance de creatinina 30-50 ml/min).
Dada la similitud en su eficacia, su mejor perfil de seguridad le y la facilidad de uso comparados con los antagonistas de la vitamina K, los anticoagulantes orales directos deben ser considerados como el tratamiento anticoagulante de primera línea para el tromboembolismo venoso. En la población general, los datos de estudios post comercialización del rivaroxabán similares han demostrado que tiene la misma seguridad y eficacia que la demostrada en los trabajos de investigación, pero estos datos son escasos para otros anticoagulantes orales directos destinados al tratamiento del tromboembolismo venoso.
Los anticoagulantes orales directos no han sido comparados entre sí y no hay evidencia importante para recomendar un medicamento sobre otro. Al elegir entre los anticoagulantes orales directos, los médicos deben tener en cuenta su farmacocinética, características individuales del paciente, la gravedad de la enfermedad, el régimen terapéutico y la preferencia del paciente.
Por ejemplo, en la fase aguda, por un lado podría ser más práctico el enfoque de un solo fármaco (rivaroxabán y apixabán) que comenzar con la heparina parenteral que es requerida antes de comenzar el dabigatrán o el edoxabán. Por otra parte, este curso corto de heparina puede ser tranquilizador  para el médico tratante de un tromboembolismo venoso más extenso.
En las fases de mantenimiento y extendida, la administración de rivaroxabán y edoxabán 1vez/día podría aumentar la adherencia al tratamiento. En los pacientes con insuficiencia renal moderada, los inhibidores del factor Xa pueden ser preferibles al dabigatrán, ya que su eliminación depende menos de la función renal. Los antagonistas de la vitamina K siguen siendo la primera opción para los pacientes con insuficiencia renal grave, los que necesitan continuar recibiendo fármacos que tienen una interacción estrecha con los anticoagulantes orales directos (por ej., ciertos inhibidores de la proteasa o fármacos antimicóticos) y los pacientes que podrían beneficiarse del monitoreo terapéutico, como aquellos en los que se espera un cumplimiento escaso.
Una de las preocupaciones sobre el uso de los anticoagulantes orales directos ha sido la ausencia de fármacos específicos para revertir su efecto anticoagulante en los pacientes con una hemorragia con peligro de vida o en aquellos que requieren procedimientos de emergencia.
Recientemente se ha aprobado el idarucizumab, un agente de reversión específico para el dabigatrán, mientras que los agentes de reversión para los inhibidores del factor Xa están todavía en la etapa de investigación. Se destaca que el efecto anticoagulante de los anticoagulantes orales directos se desvanece rápidamente debido a la vida media corta. Las observaciones preliminares indican que los eventos hemorrágicos que ocurren durante el tratamiento con anticoagulantes orales directos se asocian con un cuadro clínico menos grave, raramente requieren intervenciones invasivas y, al menos para los pacientes con fibrilación auricular, tienen una tasa más baja de mortalidad por hemorragia relacionada con los antagonistas de la vitamina K.
En los pacientes con cáncer activo y tromboembolismo venoso se recomienda la heparina de bajo peso molecular en monoterapia, más que los antagonistas de la vitamina K. debido a un riesgo 50% menor de tromboembolismo venoso recurrente y tasas similares de hemorragias mayores.
En los pacientes con insuficiencia renal grave podría ser necesario reducir la dosis o cambiar a los antagonistas de la vitamina K. Para estos pacientes, hay pocos datos que permitan recomendar el uso de los anticoagulantes orales directos para el tratamiento del tromboembolismo venosa, mientras que su eficacia y seguridad con respecto a la heparina de bajo peso molecular aun no han sido investigadas. Por lo tanto, aunque no estén contraindicados, los anticoagulantes orales directos no deberían considerarse la primera opción para el tromboembolismo venoso el cáncer activo. Sin embargo, se está a la espera de los resultados de los ensayos en ejecución. Las embarazadas con tromboembolismo venoso también requieren tratamiento con heparina de bajo peso molecular debido a que los antagonistas de la vitamina K y los anticoagulante orales directos atraviesan la barrera placentaria y pueden causar daño fetal. Los antagonistas de la vitamina K pueden ser usados con seguridad en las mujeres que pero los anticoagulantes orales directos están contraindicados.
Tratamiento domiciliario
Los pacientes con EP hemodinámicamente estables con riesgo bajo de muerte pueden ser dados de alta en forma directa o temprana, entre las 24 y las 48 horas. Para seleccionar a los pacientes que pueden hacer el tratamiento en su hogar se han propuesto varios métodos, incluyendo la aplicación de los criterios de Hestia, el Pulmonary Embolism Severity Index (PESI) y el PESI simplificado. El puntaje PESI es el puntaje más ampliamente validado y para determinar si los pacientes tienen un riesgo de mortalidad a los 30 días bajo (1%) o elevado (11%).utiliza parámetros clínicos fácilmente disponibles.
Aproximadamente la mitad de los pacientes con EP son clasificados por el PESI como de bajo riesgo y la evidencia de un ensayo aleatorizado mostró que en estos pacientes. el alta temprana es tan segura y efectiva como el tratamiento del paciente internado. La mayoría de los pacientes con TVP pueden ser manejados en forma ambulatoria.
Trombólisis
Los pacientes con EP asociada a inestabilidad hemodinámica tienen un riesgo elevado de mortalidad precoz. Es necesario el tratamiento inmediato con agentes trombolíticos intravenosos para restaurar rápidamente la perfusión pulmonar. La relación riesgo-beneficio de la trombólisis en os pacientes con EP hemodinámicamente estables asociada a la disfunción ventricular derecha ha sido recientemente cuestionado por los hallazgos del ensayo PEITHO que demostró que, en comparación con el placebo, la trombólisis no disminuyó la mortalidad y se asoció con un aumento absoluto importante de hemorragias graves del 9%, incluyendo un riesgo absoluto más elevado del 2% de accidente cerebrovascular hemorrágico.
Sobre la base de estos hallazgos, se debe evitar la trombólisis en los pacientes normotensos con EP y disfunción ventrícular derecha. Sin embargo, estos pacientes deben ser seguidos de cerca para detectar la aparición de signos de descompensación hemodinámica que los haría elegibles para la trombólisis.
En pacientes seleccionados con TVP iliofemoral, síntomas graves y bajo riesgo de sangrado, se puede recurrir al tratamiento hospitalario con técnicas endovasculares, como la trombólisis dirigida por catéter, aunque la relación riesgo-beneficio de este enfoque todavía no está clara. En comparación con el tratamiento anticoagulante estándar, la trombólisis dirigida por catéter parece reducir la incidencia global del síndrome post trombótico después de 24 meses, con beneficios poco claros para el síndrome post trombótico grave, y a costa de un aumento del riesgo de eventos adversos, como las complicaciones y el sangrado de los procedimientos.
Filtros de la vena cava inferior
Los filtros de la vena cava inferior están indicados para los pacientes que tienen contraindicaciones absolutas para la anticoagulación, como aquellos con hemorragia activa o con EP recurrente cuestionado a pesar del tratamiento anticoagulante adecuado. En los pacientes con escasa reserva cardiopulmonar o un riesgo elevado de EP, los filtros no deben ser agregados rutinariamente a la anticoagulación ya que no reducen el riesgo de recurrencia de la EP.
Se prefieren los filtros recuperables a los filtros permanentes, pues pueden ser retirados después de un corto lapso, una vez que la anticoagulación es renovada y segura, para disminuir el riesgo a largo plazo de TVP y complicaciones tardías del filtro. Sin embargo, en la práctica clínica no suelen ser retirados. Sorprendentemente, dicen los autores, en algunas partes del mundo los filtros de la vena cava se utilizan cada vez más, a pesar de la evidencia en contra de su aplicación de rutina.
Medias de elásticas compresión
Las medias de elástica compresión graduada han sido una parte integral del tratamiento de la TVP porque su uso disminuye el riesgo del síndrome post trombótico. Sin embargo, esta noción ha sido recientemente objetada por un ensayo aleatorizado que no halló beneficios de las medias elásticas de compresión graduada hasta la rodilla, en comparación con las medias comunes como placebo. Aunque la eficacia de las medias está ahora en duda, tienen pocos efectos colaterales locales y pueden usarse para aliviar los síntomas de la inflamación en los pacientes con TVP proximal.
Duración del tratamiento
La terapia anticoagulante se debe continuar durante al menos 3 meses para prevenir las recurrencias precoces. Por lo tanto, es importante estimar anticipadamente los riesgos de tromboembolismo venoso recurrente y de hemorragias para determinar cuál es la duración óptima. Los anticoagulantes reducen el riesgo de tromboembolismo venoso recurrente en un 80% a 90%, a costa de un riesgo anual del 1-3% de hemorragias mayores.
Dado que los episodios recurrentes y la hemorragia grave relacionada con la anticoagulación se asocian con gran morbilidad y mortalidad, cuando el riesgo de recurrencia excede al riesgo de hemorragia mayor se recomienda prolongar el tratamiento más allá de los 3 meses.
Se ha propuesto que la continuación de la anticoagulación está justificada cuando el riesgo anual de recurrencia es mayor al 3-5%. Si los estudios posteriores confirman un riesgo de hemorragia grave a largo plazo más bajo, derivado del uso de anticoagulantes orales directos, se podría considerar aceptable continuar la anticoagulación con un umbral aún más bajo.
Para la decisión de extender la anticoagulación también hay que tener en cuenta que el riesgo de EP recurrente es 3 veces mayor en los pacientes con un diagnóstico inicial de EP que en aquellos con TVP. Dada la elevada tasa de letalidad de la EP recurrente, el umbral para continuar la anticoagulación podría ser menor en los pacientes con EP. En los pacientes con tromboembolismo venoso secundario a un factor de riesgo transitorio mayor (como la cirugía), el tratamiento puede limitarse a 3 meses, ya que el riesgo anual de recurrencia después de suspender el tratamiento es solo del 1%. Por el contrario, el riesgo de recurrencia a los 6 meses en los pacientes con cáncer es de alrededor del 8% a pesar del tratamiento, lo que justifica continuar la anticoagulación siempre que el cáncer esté activo.
En los pacientes con un primer episodio de tromboembolismo venoso no provocado, el riesgo de recurrencia después de la suspensión del tratamiento es de aproximadamente 10% al año y del 30% a los 5 años, lo que supera al riesgo anual de hemorragia mayor relacionada con la anticoagulación. Se destaca que este riesgo no parece depender de la duración inicial del tratamiento, lo que apoya la idea de que los médicos pueden suspender o continuar indefinidamente la anticoagulación después de los 3-6 meses.
Una duración del tratamiento más prolongada, de tiempo limitado solo retrasa los episodios recurrentes. Sin embargo, la indicación de un tratamiento prolongado para todos los pacientes con tromboembolismo venoso no provocado expone inevitablemente a una proporción importante de ellos a un riesgo innecesario de sangrado. En un intento de identificar a los pacientes con menor riesgo de recurrencia a quienes se les puede suspender la anticoagulación, se han propuesto varios puntajes de predicción clínica como el dímero D y las imágenes de la obstrucción venosa en los pacientes con TVP proximal.
Aunque estas herramientas tienen pueden d guiar la decisión de suspender o continuar la anticoagulación, en la actualidad su uso no ha sido ampliamente adoptado debido a los resultados contradictorios, las limitaciones prácticas o la falta de validación de los datos. Por ejemplo, la trombosis venosa residual predice en forma moderada e inconsistente el tromboembolismo venoso recurrente y no puede ser utilizada en los pacientes con EP, además de que hay poca concordancia entre observadores y falta de normalización.
Una prueba del dímero D normal repetida durante la anticoagulación y 1 mes después la suspensión sigue asociada con un riesgo anual de recurrencia del 3-7%. Por otra parte, un enfoque basado en el dímero D podría resultar poco práctico, ya que para monitorear los resultados de la suspensión del tratamiento se necesitan visitas clínicas adicionales, y podría exponer a los pacientes a un riesgo mayor de eventos recurrentes durante el período sin tratamiento.
Por otra parte, el rendimiento de un punto de corte del dímero-D ajustado a la edad o el sexo, así como la generalización de los resultados a cualquier prueba del dímero D requieren una evaluación adicional. Las reglas de predicción clínica, tales como los puntajes Men Continue y HERDOO2, DASH y Viena, que utilizan parámetros clínicos y el análisis del dímero D para estimar el riesgo individual de recurrencia, son prometedores, pero antes de ser recomendados para su uso en la práctica clínica se necesita la validación en estudios prospectivos importantes. Los puntajes de riesgo para predecir la hemorragia relacionada con la anticoagulación que se desarrollaron en la época de los antagonistas de la vitamina K parecen tener un rendimiento bajo en el contexto del tromboembolismo venoso y por lo tanto no deben adoptarse para guiar la duración del tratamiento.
En la actualidad, para estimar el riesgo de sangrado mayor durante las fases de tratamiento iniciales y posteriores de la enfermedad tromboembólica venosa, derivado del uso del rivaroxabán se ha propuesto un modelo pronóstico, pero no ha sido validado externamente. El uso de fármacos concurrentes con interacciones farmacodinámicas potenciales con el tratamiento anticoagulante, como los antiinflamatorios no esteroideos y los fármacos antiplaquetarios podría aumentar el riesgo de sangrado y deben evitarse.
La importancia y relación riesgo-beneficio clínico del tratamiento anticoagulante de la TVP distal aislada o de la EP subsegmentaria aislada todavía son temas de debate. En los pacientes sin síntomas o factores de riesgo graves de trombosis, una alternativa razonable a los regímenes anticoagulantes estándar podría ser la vigilancia clínica o los cursos cortos de anticoagulación. Se necesitan cursos extendidos pero hacen falta nuevos estudios para establecer la eficacia y seguridad de este enfoque.
El tromboembolismo venoso recurrente durante el tratamiento es raro gracias a la elevada eficacia de los anticoagulantes. El tromboembolismo venoso recurrente es más proclive a desarrollarse en los pacientes con un una tendencia trombótica intrínseca persistente, como aquellos con anticuerpos antifosfolípidos o cáncer activo, o en quienes no cumplen el tratamiento o son tratados con dosis subterapéuticas. o reciben fármacos concomitantes que interfieren con la terapia anticoagulante.
Cuando el tromboembolismo venoso recurrente se desarrolla en pacientes tratados con un antagonista de la vitamina K o un anticoagulante oral directo, se puede cambiar a la heparina de bajo peso molecular, al menos temporariamente. Si durante el tratamiento con heparina de bajo peso molecular se produce una recurrencia, a menudo se recomienda aumentar un 25% la dosis.
Tratamiento anticoagulante prolongado
"La aspirina no debe ser considerada como una alternativa adecuada a los anticoagulantes debido a su menor eficacia"
Los médicos que deciden extender la anticoagulación más allá de los 3-6 meses pueden elegir entre varias opciones terapéuticas por vía oral. Los antagonistas de la vitamina K, apixabán, rivaroxabán y dabigatrán reducen significativamente el riesgo de tromboembolismo venoso recurrente en un 80-90% en comparación con el placebo o la observación. Este beneficio se obtiene a costa de un riesgo relativo 2-5 veces mayor de hemorragia de importancia clínica, aunque las tasas de sangrado absoluto son bajas. Comparado con los antagonistas de la vitamina K, el tratamiento prolongado con dabigatrán fue igualmente eficaz pero se asoció con un riesgo más bajo de sangrado.
Con el edoxabán se han obtenido datos similares. Para el tratamiento extendido se han evaluado 2 dosis de apixabán. Tanto la dosis terapéutica (5,0 mg, 2 veces/día) como la dosis profiláctica (2,5 mg, 2 veces/día) disminuyeron el riesgo de tromboembolismo venoso recurrente en un 80% en comparación con el placebo, sin un aumento de las hemorragias graves, aunque el estudio no fue diseñado para detectar diferencias en el sangrado. En comparación con la dosis terapéutica, la dosis profiláctica se asoció con un riesgo más bajo de hemorragia no mayor clínicamente relevante y por lo tanto podría ser la dosis de preferencia.
Dos estudios aleatorizados han evaluado la aspirina para la prevención secundaria del tromboembolismo venoso. En un análisis conjunto, la aspirina redujo el riesgo de tromboembolismo venoso recurrente en aproximadamente 30% en comparación con el placebo, sin un aumento de las hemorragias mayores. Las comparaciones indirectas indican que la aspirina es mucho menos efectiva que los anticoagulantes orales y conlleva un riesgo de hemorragia mayor comparable.
Las alternativas futuras posibles para el tratamiento prolongado sin riesgo de hemorragia inaparente incluyen la sulodexida y las estatinas, pero requieren una evaluación clínica adicional. Debido a la falta de comparaciones directas, no hay evidencia para recomendar un anticoagulante oral directo en lugar de otro para el tratamiento prolongado del tromboembolismo venoso.
La aspirina no debe ser considerada como una alternativa adecuada a los anticoagulantes debido a su menor eficacia. El tratamiento para la fase extendida debe ser adaptado individualmente. Puede ser pragmático simplemente continuar con el mismo tratamiento que se proporcionó durante los primeros 3-6 meses. Para confirmar que el tratamiento prolongado sigue siendo apropiado es importante reevaluar periódicamente el balance entre la hemorragia y el riesgo de tromboembolismo venoso recurrente.

Investigaciones futuras
El tromboembolismo venoso es una enfermedad común que representa gran morbilidad y mortalidad global. En su diagnóstico y tratamiento están involucrados los médicos de diferentes especialidades. La introducción de los anticoagulantes orales directos ha marcado el comienzo de una nueva era en el tratamiento de la enfermedad tromboembólica venosa; sin embargo, muchas preguntas técnicas, diagnósticas y terapéuticas siguen aún sin respuesta.
Interrogantes
  • ¿El uso generalizado de las imágenes combinado con los avances en las técnicas por imagen resulta verdaderamente en un exceso de diagnósticos y cuál es el enfoque optimo para evitarlo?
  • ¿El test del dímero D ajustado a la edad también es seguro y eficaz para los pacientes con sospecha de TVP?
  • ¿Debería preferirse un anticoagulante oral directo sobre otro por su eficacia y perfil de seguridad?
  • ¿Los anticoagulantes orales directos son una alternativa adecuada para los pacientes con tromboembolismo venoso y cáncer activo, trombocitopenia inducida por heparina o síndrome antifosfolípidos?
  • ¿Puede evitarse de manera segura la anticoagulación en los pacientes con menor carga de coágulos, como aquellos con EP subsegmentaria o TVP distal aislada?
  • ¿Se pueden dejar de usar por completo las medias elásticas de compresión para la TVP proximal o todavía son útiles?
  • ¿Cuál es el mejor enfoque para seleccionar a los pacientes con tromboembolismo venoso no provocado a los que podría dejarse sin tratamiento anticoagulante en forma segura?
  • ¿La sulodéxida y las estatinas son alternativas con beneficio clínico para el tratamiento prolongado?
  • ¿Cuál es la eficacia clínica y el perfil de seguridad de los nuevos agentes de reversión de la anticoagulación para los anticoagulantes orales directos?
  • ¿Es útil la trombólisis dirigida por catéter para el tratamiento de los pacientes de alto riesgo con EP y TVP iliofemoral grave?

Fibrilcion auricular: nueva guia europea 2016

Los puntos claves de su manejo clínico

Fibrilación Auricular: nueva guía europea 2016

Las claves del manejo de una arritmia frecuente con graves consecuencias clínicas no siempre advertidas
Autor: Thomas C. Crawford, MD, FACC Fuente: ACC ESC guidelines for the management of atrial fibrillation
Introduccción
Estas directrices resumen y evalúan todas las pruebas disponibles en una determinada área en el momento del proceso de escritura con el objetivo de ayudar a los profesionales de la salud en la selección de las mejores estrategias de gestión para un paciente individual con una condición dada, teniendo en cuenta el impacto en los resultados, así como la relación riesgo-beneficio de especial de los medios de diagnóstico o terapéuticos.
Las directrices y recomendaciones deben ayudar a los profesionales de la salud para tomar decisiones en su práctica diaria. Sin embargo, las decisiones finales en relación con un paciente individual deben ser tomadas por el profesional responsable de la salud en la consulta con el paciente y el cuidador, según proceda.




Puntos clave
Los siguientes son los puntos clave para recordar acerca de la Guía de la Sociedad Europea de Cardiología 2016 para el tratamiento de la fibrilación auricular (FA):
  1. Cerca de 20-30% de todos los accidentes cerebrovasculares se deben a la fibrilación auricular. Un número cada vez mayor de pacientes con accidente cerebrovascular son diagnosticados con fibrilación auricular paroxística o "silenciosa".

    Se recomienda interrogar regularmente a los marcapasos y desfibriladores automáticos implantables (DAI) para detectar episodios de fibrilación auricular de alta respuesta ventricular.

    Los pacientes con fibrilación auricular de alta respuesta ventricular deben someterse a una monitorización electrocardiográfica (ECG) para documentar la FA antes de iniciar el tratamiento con AF (clase I, nivel de evidencia B). Se requiere documentación de ECG para establecer el diagnóstico (clase I, nivel de evidencia B).

    Hay buena evidencia de que la monitorización prolongada del ECG mejora la detección de la FA sin diagnosticar, por ejemplo, el seguimiento durante 72 horas después de un accidente cerebrovascular, o incluso durante períodos más largos. Por convención aceptada, un episodio que dura al menos 30 segundos es diagnóstico.
     
  2. En los pacientes obesos con FA, se debe considerar la pérdida de peso junto con el control de otros factores de riesgo para reducir la carga de FA y los síntomas (Clase IIa, nivel de evidencia B).

    Debe realizarse un interrogatorio en busca de signos clínicos de apnea obstructiva del sueño en todos los pacientes con fibrilación auricular (Clase IIa, nivel de evidencia B).

    El tratamiento de la apnea obstructiva del sueño debe ser optimizado para reducir las recurrencias de FA y mejorar los resultados del tratamiento AF (Clase IIa, nivel de evidencia B).

    La reducción de peso intensiva, además de la gestión de otros factores de riesgo cardiovascular (en el rango de 10-15 kg de pérdida de peso lograda), dio lugar a un menor número de recurrencias y síntomas de FA en comparación con un enfoque basado en el asesoramiento general en pacientes obesos con FA.
     
  3. La anticoagulación oral debe considerarse en pacientes con una puntuación CHA2DS2-VASc de 1 en los hombres y de 2 puntos en las mujeres (Clase IIa, nivel de evidencia B).

    Los nuevos anticoagulantes orales (NOACs) (apixaban, dabigatrán, Edoxabán, y rivaroxaban) no se recomiendan en pacientes con válvulas mecánicas del corazón (clase III, nivel de evidencia B) o estenosis mitral moderada o grave (Clase III, nivel de evidencia C).
     
  4. Los anticoagulantes para la prevención del ictus deben continuarse indefinidamente después de la ablación con catéter aparentemente exitosa o de la ablación quirúrgica de la FA en pacientes con alto riesgo de accidente cerebrovascular (Clase IIa, nivel de evidencia C).

    Después de la oclusión o la exclusión de la orejuela auricular izquierda quirúrgica, se recomienda continuar la anticoagulación en pacientes en situación de riesgo de fibrilación auricular para la prevención del ictus (Clase I, nivel de evidencia B).
     
  5. La anticoagulación con heparina o heparina de bajo peso molecular, inmediatamente después de un accidente cerebrovascular isquémico no se recomienda en pacientes con FA (Clase III).

    En los pacientes que sufren un ACV isquémico moderado a grave mientras estaban bajo un régimen de anticoagulación, la anticoagulación se debe interrumpir durante 3-12 días sobre la base de una evaluación multidisciplinaria del ictus agudo y el riesgo de sangrado (Clase IIa, nivel de evidencia C).

    Los nuevos anticoagulantes NOACs deben evitarse durante el embarazo y en mujeres que planean un embarazo (Clase III, Nivel de evidencia C).
     
  6. El deterioro cognitivo y la demencia vascular pueden desarrollarse incluso en pacientes con FA anticoagulados.

    Las caídas y la demencia se asocian con mayor mortalidad en los pacientes con FA, sin evidencia de que estas condiciones incrementen marcadamente el riesgo de hemorragia intracraneal. Por lo tanto, la anticoagulación sólo debe ser suspendida en los pacientes con caídas graves no controladas (por ejemplo, epilepsia o atrofia multisistémica avanzada con caídas hacia atrás), o en pacientes seleccionados con demencia cuando el cumplimiento y la adherencia no se puedan asegurar por un cuidador.
     
  7. Después de un síndrome coronario agudo con implantación de stent en pacientes con FA en riesgo de accidente cerebrovascular, la terapia de combinación triple con aspirina, clopidogrel, y un ACO debe ser considerada durante 1-6 meses para prevenir eventos isquémicos coronarios y cerebrales recurrentes (Clase IIa, nivel de evidencia DO).
     
  8. La dronedarona, flecainida, propafenona, sotalol se recomiendan para la prevención de la fibrilación auricular recidivante sintomática en pacientes con función ventricular izquierda normal y sin hipertrofia ventricular izquierda patológica (clase I, nivel de evidencia A).

    La dronedarona se recomienda para la prevención de la FA recidivante sintomática en pacientes con enfermedad coronaria estable, y sin insuficiencia cardiaca (clase I, nivel de evidencia B).

    La amiodarona se recomienda para la prevención de la FA recidivante sintomática en pacientes con insuficiencia cardiaca (clase I, nivel de evidencia B).
     
  9. Se recomienda la ablación por catéter en la fibrilación auricular paroxística sintomática para mejorar los síntomas en los pacientes que tienen recurrencias sintomáticas de la FA en tratamiento con fármacos antiarrítmicos (por ejemplo, amiodarona, dronedarona, flecainida, propafenona, sotalol) y que prefieren seguir con la terapia de control del ritmo (Clase I, Nivel de evidencia A).

    La ablación por catéter o la ablación quirúrgica debe ser considerada en pacientes con síntomas persistentes o de larga duración refractarios a la terapia con fármacos antiarrítmicos para mejorar los síntomas, teniendo en cuenta la elección del paciente, el beneficio y el riesgo, el apoyo de un equipo de cardiólogos especialistas en trastornos del ritmo (Clase IIa, Nivel C).

15 Recomendaciones para "NO hacer" en urgencias.

15 Recomendaciones para "NO hacer" en urgencias

Se proponen 15 nuevas recomendaciones (5 diagnósticas y 10 terapéuticas) que abarcan un amplio abanico de situaciones en urgencias.
           
Si no hacer daño es un requisito ético esencial que debe tenerse presente en cualquier entorno sanitario, lo es aún mucho más en la atención urgente, donde en muchas ocasiones se deben tomar decisiones rápidas, en pacientes con elevado grado de complejidad y que comportan un compromiso vital o riesgo de secuelas graves permanentes. Así mismo, la atención a la patología urgente es una dimensión más de la Medicina Familiar cuyo peso formativo en el currículum de la especialidad ocupa una parte importante y esencial. Por todo esto, la semFYC prioriza este año realizar una nueva edición de recomendaciones de «NO HACER» poniendo, en este caso, el foco de interés en la patología urgente.Se proponen 15 nuevas recomendaciones (5 diagnósticas y 10 terapéuticas) que abarcan un amplio abanico de situaciones en urgencias.
Fecha: 06-06-2016
ISBN: 978-84-15037-60-6

Las 15 recomendaciones de «NO HACER» en urgencias
1. Ante una urgencia hipertensiva NO hay que disminuir de forma rápida ni excesiva las cifras de presión arterial.
2. NO administrar oxígeno a los pacientes adultos con sospecha de síndrome coronario agudo con saturación de oxígeno normal.
3. NO hiperoxigenar tras salir de una parada cardiorrespiratoria: inmediatamente tras la reanimación cardiopulmonar, se ha de mantener la saturación de oxígeno en sangre arterial en el rango de 94-98%.
4. En situaciones de hipovolemia aguda, NO hay que administrar grandes volúmenes de líquidos intravenosos hasta lograr el control de la hemorragia. Los líquidos han de reponerse de forma limitada para mantener una presión arterial sistólica por encima de los 80-90 mmHg.
5. NO prescribir antibioterapia en todos los casos de exacerbación de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica.
6. NO administrar corticoides de manera sistemática en el tratamiento de la lesión medular aguda traumática.
7. NO realizar lavado gástrico de forma rutinaria en las ingestas medicamentosas que no cumplan los criterios de indicación.
8. NO realizar tira reactiva en pacientes con sonda vesical.
9. NO hacer radiografía simple de abdomen en caso de dolor abdominal agudo, salvo que exista sospecha de obstrucción o perforación.
10. NO realizar radiografía de tórax sistemática en las agudizaciones asmáticas.
11. NO realizar sistemáticamente radiografía en los esguinces de tobillo (reglas del tobillo de Otawa).
12. NO realizar tomografía computarizada craneal en pacientes adultos no anticoagulados con traumatismo craneoencefálico leve (Glasgow 15) secundario a síncope y evaluación neurológica normal.
13. NO utilizar la vía intramuscular para la administración de fármacos de forma rutinaria.
14. NO colocar de manera sistemática una sonda nasogástrica en pacientes con sospecha de hemorragia digestiva alta no varicosa.
15. NO utilizar butilbromuro de escopolamina (Buscapina®) en el tratamiento de los cólicos renales.

Introducción.  PRIMUM NON NOCERE Primum non nocere (lo primero es no hacer daño), expresión latina atribuida a Hipócrates que supone una máxima en el campo de la medicina y las ciencias de la salud que implica «NO HACER» aquello que pudiese ser perjudicial para nuestros pacientes. Además, se espera de nosotros como médicos que seamos eficaces y eficientes en nuestra praxis médica. Siendo la eficacia la consecución de un objetivo de salud (diagnóstico o tratamiento) en condiciones ideales y la eficiencia la consecución de estos con el mínimo coste.

Ser críticos con aquellas actuaciones médicas que llevamos a cabo «porque siempre, siempre se han hecho así», a pesar de su poca evidencia científica, e incluso con evidencia en contra, nos permite cuestionar esas costumbres, dejar de realizarlas y mejorar nuestra profesión.

A finales de 2013, el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad presentó el proyecto Compromiso por la Calidad de las Sociedades Científicas en España, en el que, en una primera fase, doce sociedades científicas de distintas especialidades médicas españolas, entre las que se encontraba la semFYC, presentaron recomendaciones sobre prácticas clínicas que se deberían evitar para no realizar intervenciones innecesarias a los pacientes. Paulatinamente, otras sociedades han ido sumándose a este proyecto.

En los últimos dos años, la semFYC ha publicado dos documentos con recomendaciones  «NO HACER» propios de la Medicina Familiar y Comunitaria, pero más orientados, aunque no exclusivamente, al ámbito de las consultas de Atención Primaria. Ambos documentos se elaboraron bajo la perspectiva de la medicina basada en la evidencia y con el enfoque de GRADE y contaron con la activa participación de los socios y miembros de los grupos de trabajo.

Si no hacer daño es un requisito ético esencial que debe tenerse presente en cualquier entorno sanitario, lo es aún mucho más en la atención urgente, donde en muchas ocasiones se deben tomar decisiones rápidas, en pacientes con elevado grado de complejidad y que comportan un compromiso vital o riesgo de secuelas graves permanentes. Así mismo, la atención a la patología urgente es una dimensión más de la Medicina Familiar cuyo peso formativo en el currículum de la especialidad ocupa una parte importante y esencial. Por todo esto, la semFYC prioriza este año realizar una nueva edición de recomendaciones de «NO HACER» poniendo, en este caso, el foco de interés en la patología urgente.

Se proponen  15 nuevas recomendaciones (5 diagnósticas y 10 terapéuticas) que abarcan un amplio abanico de situaciones en urgencias.

Ayose Pérez Miranda
Salvador Tranche Iparraguirre


Recomendaciones y sus fundamentos
 

Las 15 recomendaciones de «NO HACER» en urgencias

1. Ante una urgencia hipertensiva NO hay que disminuir de forma rápida ni excesiva las cifras de presión arterial.
La hipertensión arterial (HTA) constituye uno de los factores de riesgo cardiovascular más importantes en la sociedad occidental. Es una enfermedad de curso crónico y generalmente asintomática, pero puede presentar distintas complicaciones agudas que precisan atención médica inmediata.

Dentro del concepto de crisis hipertensiva (presión arterial sistólica [PAS] ≥ 180 mmHg y presión arterial diastólica [PAD] ≥ 120 mmHg), la urgencia hipertensiva es aquella situación en la que la presión arterial (PA) elevada no se acompaña de alteraciones que impliquen un compromiso vital inmediato.

La urgencia hipertensiva debe diferenciarse de la emergencia hipertensiva, situación en la que la elevación de la PA se acompaña de una afección concomitante de órganos diana y exige un tratamiento inmediato para evitar la posibilidad de muerte o consecuencias irreversibles, y de la falsa urgencia hipertensiva, que es aquella en la que la elevación de la PA es reactiva a situaciones de ansiedad y estrés, y no produce daño en los órganos diana.

En nuestro medio, la urgencia hipertensiva representa el 0,5% del total de urgencias atendidas en un hospital general. Entre sus causas se incluyen: HTA maligna o acelerada, pacientes con antecedentes de enfermedad cardiovascular, ingesta de cocaína, anfetaminas u otras drogas de diseño, feocromocitoma, interacciones de los inhibidores de la monoamino oxidasa (IMAO) con tiramina, supresión brusca de antihipertensivos (betabloqueadores), trasplante renal y quemaduras extensas.

La urgencia hipertensiva requiere un tratamiento menos inmediato (24-48 horas) y permite utilizar medicación oral y un abordaje inicial extrahospitalario. El objetivo inicial del tratamiento persigue disminuir la PA media en no más del 25% en un período entre pocos minutos a 1 hora. Posteriormente, si el paciente está estable, se intentará disminuir la PAS a 160 mmHg y la PAD a 100-110 mmHg dentro de las 2-6 horas siguientes.  Se deben evitar las disminuciones excesivas de la PA, las cuales pueden precipitar isquemia renal, cerebral o coronaria. Las excepciones a esta regla general son los pacientes con patología intracraneal y en los que se sospecha disección aórtica.

Bibliografía
BMJ Best Practice. Hypertensive emergencies. [Internet.] BMJ Publishing Group Ltd; 2015. [Consultado marzo de 2015.] Disponible  en: http://bestpractice.bmj.com/best-practice/monograph/1071/emergencies.html.
Mancia G, Fagard R, Narkiewicz K, Redón J, Zanchetti A, Böhm M, et al; Task Force Members. 2013 ESH/ESC Guidelines for the management of arterial hypertension: the Task Force for the management of arterial hypertension of the European Society of Hypertension (ESH) and of the European Society of Cardiology (ESC). J Hypertens. 2013;31(7):1281-357.
Ribera Guixà M, Caballero  Humet I. Crisis hipertensiva. AMF. 2014;10(2):89-94.
Varon J, Elliott WJ. Management of severe asymptomatic hypertension (hypertensive urgencies) in adults. This topic last updated: Jan, 2016. In: UpToDate,  Basow, DS (Ed), UpToDate, Waltham, MA, 2016.


2. NO administrar oxígeno a los pacientes adultos con sospecha de síndrome coronario agudo con saturación de oxígeno normal.
El síndrome coronario agudo (SCA) generalmente ocurre como resultado de un infarto agudo de miocardio (IAM) con elevación de ST (30%), un IAM sin elevación de ST (25%) o una angina inestable (38%). El SCA se puede asociar con trombosis coronaria y es una causa importante de mortalidad.

La administración de oxígeno (O2) suplementario se basa en que puede mejorar la oxigenación del tejido miocárdico isquémico y reducir los síntomas isquémicos (dolor), el tamaño del infarto y la morbilidad y mortalidad consiguientes.  Este razonamiento fisiopatológico tiene validez aparente, pero es posible que el O2 tenga efectos beneficiosos y perjudiciales. A pesar de las recomendaciones  para su uso en las guías de práctica clínica, no existen estudios concluyentes para apoyar el uso sistemático del O2 en pacientes con SCA.

Aplicando la metodología GRADE, la American Heart Association en sus recomendaciones de 2015 concluye que la evidencia disponible para la variable de resultado fundamental de la mortalidad es de muy baja calidad y al hacer la recomendación da más valor a evitar los posibles daños (reacciones fisiológicas adversas y de daño celular) derivados de la administración de O2. Por ello aconseja no administrar O2 a los pacientes adultos con sospecha de SCA con saturación de oxígeno normal en cualquier contexto (prehospitalario, urgencias o en el hospital).

Bibliografía
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3. NO hiperoxigenar tras salir de una parada cardiorrespiratoria: inmediatamente tras la reanimación cardiopulmonar, se ha de mantener la saturación de oxígeno en sangre arterial en el rango de 94-98%.
La parada cardiorrespiratoria (PCR) se define como aquella situación clínica en la que se produce un cese inesperado, brusco y potencialmente reversible de las funciones respiratorias y/o cardiocirculatorias  espontáneas. La PCR ocasiona una disminución brusca del transporte de oxígeno (O2) que al principio ocasiona disfunción cerebral y, posteriormente, conduce a lesiones celulares irreversibles por la anoxia tisular y a la muerte biológica.

La oxigenoterapia consiste en la administración de O2 a un paciente en una concentración mayor a la que se encuentra en el ambiente (O2 del 21%), con el fin de aumentar la cantidad de O2 en sangre y evitar lesiones en los tejidos por hipoxia y daño cerebral.

Durante las maniobras de reanimación cardiopulmonar (RCP) en una PCR, el objetivo es conseguir una saturación arterial de O2 (SatO2 del 100%. Sin embargo, aunque es importante evitar la hipoxemia, cada vez hay más evidencias de que la hiperoxia agrava la lesión de reperfusión sobre el cerebro y otros órganos. En este sentido se ha demostrado que la recuperación cerebral mejora cuando, una vez que se consigue el retorno de circulación espontánea, inmediatamente después de la RCP, se cambia de una ventilación con O2 al 100% a una estrategia ventilatoria guiada por una SatO2  del 94-98%.

Bibliografía
Monsieurs KG, Nolan JP, Bossaert LL, Greif R, Maconochie IK, Nikolaou NI, et al; ERC Guidelines 2015 Writing Group. European Resuscitation Council Guidelines for Resuscitation 2015: Section  1. Executive summary. Resuscitation. 2015;95:1-80.
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4. En situaciones de hipovolemia aguda, NO hay que administrar grandes volúmenes de líquidos intravenosos hasta lograr el control de la hemorragia. Los líquidos han de reponerse de forma limitada para mantener una presión arterial sistólica por encima de los 80-90 mmHg.
En las hemorragias agudas, el principal objetivo de la reposición con líquidos intravenosos es mantener o restaurar la perfusión tisular. Para aumentar la eficacia y disminuir las complicaciones de la reposición, es muy importante evaluar cuidadosamente la elección de los líquidos intravenosos, el momento de administración y las dosis necesarias.

Las personas sanas, con mecanismos de compensación intactos, pueden tolerar por períodos más prolongados situaciones de hemorragia o hipovolemia y aceptar grandes aportes de volumen. El paciente con una importante pérdida de sangre puede caer en hipovolemia y luego, al disminuir la presión arterial media (PAM), entrar en situación de choque.

En los últimos años se ha cuestionado el esquema de resucitación clásico del choque hemorrágico, ya que algunos estudios han de- mostrado que la reanimación agresiva puede causar mayor pérdida sanguínea y disminuir la supervivencia a corto plazo. Una revisión Cochrane concluye que se necesitan ensayos controlados aleatorios para establecer la estrategia más efectiva de reposición de líquidos en pacientes con traumatismo hemorrágico.

Un reciente metanálisis que compara la reposición de líquidos regular con la reanimación con reposición de líquidos limitada durante la hemorragia activa en pacientes con traumatismos graves apoya la reanimación con líquidos limitada.

De este modo, siempre que no haya traumatismo craneoencefálico (TCE), parece aconsejable realizar una reposición de líquidos limitada, de manera que la presión arterial se mantenga en un nivel bajo (reanimación hipotensiva), suficiente para garantizar el suministro de sangre a órganos importantes, hasta lograr el control definitivo de la hemorragia.

En pacientes traumatizados sangrantes, hipotensos y sin TCE, se recomienda un objetivo de presión arterial sistólica (PAS) de entre 80 y 90 mmHg, hasta que la fuente de sangrado haya sido controlada. En pacientes con TCE, la presencia de hipotensión se asocia con un incremento de la mortalidad y un peor pronóstico funcional. Por lo tanto, en pacientes con TCE grave se aconseja mantener una PAS como mínimo de 110 mmHg o una PAM, [(PAD x 2) + PAS] / 3, de al menos 80 mmHg.

Bibliografía
Duan C, Li T, Liu L. Efficacy of limited fluid resuscitation in patients with hemorrhagic shock: a meta-analysis. Int J Clin Exp Med. 2015;8:11645-56.
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5. NO prescribir antibioterapia en todos los casos de exacerbación de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica.
La enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) afecta a un gran número de personas en todo el mundo. Las exacerbaciones de la EPOC pueden acelerar la disminución de la función pulmonar y aumentar el deterioro de la calidad de vida y la mortalidad.

El uso de antibióticos en las exacerbaciones de la EPOC es un tema controvertido. El tratamiento antibiótico se apoya en la suposición de que la causa de la infección es bacteriana (se estima que ocurre en el 56% de las reagudizaciones)  y que el tratamiento evita las complicaciones derivadas de la infección. Pero no todos los pacientes se benefician del uso sistemático de antibióticos.

Diversos metanálisis y una revisión sistemática Cochrane muestran que la terapia con antibióticos reduce eficazmente el fracaso del tratamiento y las tasas de mortalidad en los pacientes con bronquitis crónica con exacerbaciones graves que están ingresados en cuidados intensivos. Sin embargo, en pacientes ambulatorios y hospitalizados fuera de cuidados intensivos, el tratamiento anti- biótico sigue siendo un tema en discusión.  El enfoque de tratar según la gravedad de la EPOC podría evitar la sobreutilización de antibióticos, lo que impactaría en una disminución de las efectos indeseables y reducción del coste. Sin embargo, se plantean dudas ya que estas revisiones incluyen estudios con poblaciones muy heterogéneas y con diferentes criterios de inclusión y evaluación.

La mayoría de guías de práctica clínica, incluida la Global Initiative for Chronic Obstructive Lung Disease (GOLD) (actualización de 2016) y la GesEPOC (actualización de 2014), no recomiendan prescribir antibióticos en las exacerbaciones de la EPOC de forma indiscriminada. Aconsejan administrar antibióticos a los pacientes con exacerbaciones de la EPOC que presenten estos tres síntomas: incremento de la disnea, del volumen de esputo y de la purulencia del esputo (Criterios de Anthonisen: reagudización bacteriana).

Bibliografía
Global Initiative for Chronic Obstructive Lung Disease (GOLD). Global Strategy for the Diagnosis, Management and Prevention of Chronic Obstructive Pulmonary Disease. [Internet.] Updated 2016. Disponible  en: http://www.goldcopd.org/guidelines-global-strategy-for-diagnosis-management.html
Miravitlles  M, Soler-Cataluña JJ, Calle M, Molina J, Almagro P, Quintano JA, et al. Spanish guideline for COPD (GesEPOC). Update 2014. Arch Bronconeumol. 2014;50(Supl 1):1-16.
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6. NO administrar corticoides de manera sistemática en el tratamiento de la lesión medular aguda traumática.
Los accidentes de tráfico, la violencia y el deporte son las causas comunes de lesión medular aguda (LMA) traumática en niños y adultos jóvenes. En ancianos la causa más común de LMA son las caídas.

Algunos estudios han sugerido que los corticoides, específicamente la metilprednisolona, pueden minimizar el daño inflamatorio secundario que se produce después de una LMA, y de este modo facilitar la recuperación neurológica.  Los resultados del ensayo clínico National Acute Spinal Cord Injury Study (NASCIS) en 1990 convirtieron en estándar el uso de altas dosis de metilprednisolona en las primeras 8 horas después de una LMA, pero en la actualidad la eficacia de este tratamiento está ampliamente debatida.

Se dispone de una revisión sistemática Cochrane (escrita por el autor principal de los estudios NASCIS), cuyas conclusiones favorables a las ventajas de la administración precoz de corticoides a dosis elevadas en pacientes con una LMA traumática han sido muy cuestionadas. Los ensayos clínicos del NASCIS II y III presentan importantes deficiencias metodológicas. El análisis  post hoc de estos ensayos clínicos refiere significativos defectos de diseño.

Las actuales  guías indican que la metilprednisolona no es un tratamiento estándar de la LMA, sino solo una opción de trata- miento. Los beneficios  son inciertos y la mejoría en la evolución neurológica es muy discreta, mientras que, sin embargo, provoca efectos secundarios importantes: neumonía, sepsis, infecciones, hemorragia gastrointestinal, hiperglicemia e incluso la muerte.

En algunos casos de LMA debe considerarse si el beneficio potencial del tratamiento con altas dosis de metilprednisolona supera el riesgo de las complicaciones  asociadas. La utilidad de alta dosis de metilprednisolona intravenosa dentro de las 8 horas después de una lesión aguda de la médula espinal no se ha probado de manera adecuada.

Bibliografía
Bracken MB. Steroids for acute spinal cord injury. Cochrane Database Syst Rev. 2012;1:CD001046.
Canadian Association of Emergency Physicians. Steroids in Acute Spinal Cord Injury. [Internet.] Disponible  en: http://caep.ca/resources/position-statements-and-guidelines/steroids-acute-spinal-cord-injury
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Hansebout RR, Kachur E. Acute traumatic spinal cord injury. This topic last updated: Oct 20, 2014. In: UpToDate,  Basow, DS (Ed), UpToDate, Waltham, MA, 2015.
De Pablo B, Tresserras G, Romero M. Manejo inicial del traumatismo  vertebral  en el medio extrahospitalario. FMC. 2016. En prensa.


7. NO realizar lavado gástrico de forma rutinaria en las ingestas medicamentosas que no cumplan los criterios de indicación.
En los servicios de urgencias es frecuente atender a pacientes con ingesta de productos tóxicos. En la mayoría de los casos, la ingesta se produce de forma voluntaria en el contexto de un intento de autolisis, mediante una ingesta masiva de medicamentos, pero también se observan ingestas accidentales.

El lavado gástrico  es una técnica de descontaminación digestiva cuyo objetivo es vaciar el estómago de sustancias tóxicas (rescatar el tóxico desde el tubo digestivo y evitar que se siga absorbiendo), administrando de forma secuencial fluidos (agua, solución salina u otras soluciones especiales) y aspirando pequeños volúmenes a través de una sonda nasogástrica. En ocasiones, el lavado gástrico se complementa con otras técnicas de descontaminación digestiva, como, por ejemplo, la administración de carbón activado.

Tradicionalmente, se utilizó mucho, pero se dispone de pocos estudios que hayan evaluado su eficacia o estos tienen limitaciones metodológicas. Contrariamente, el lavado gástrico presenta un elevado riesgo de complicaciones, que pueden empeorar la clínica y el pronóstico de la persona intoxicada.

Una declaración de expertos en el uso del lavado gástrico de toxicólogos clínicos estadounidenses (American Academy of Clinical Toxicology) y europeos (European Association of Poisons Centres and Clinical Toxicologists), publicada en 1997 y actualizada en el 2013, concluye que el lavado gástrico no debe utilizarse de manera sistemática en el tratamiento de pacientes intoxicados.  El lavado gástrico solo debe plantearse en enfermos que ingirieron una cantidad de tóxicos que pueda poner en peligro su vida (ingestión letal) y siempre que el procedimiento se lleve a cabo en una ventana temporal inferior a 60 minutos después de la ingestión y que las funciones vitales sean adecuadas. Estas recomendaciones se apoyan en estudios de serie de casos.

El lavado gástrico está contraindicado en los siguientes casos: pacientes con reanimación inicial incompleta, pacientes con buen estado general con medidas de apoyo y disponibilidad de antídoto apropiado, pacientes con riesgo de aspiración, disminución del nivel de conciencia o riesgo de complicaciones durante el lavado, pacientes con riesgo de hemorragia o perforación, cirugía reciente, resistencia a colaborar y, también, en casos de ingestión de sustancias corrosivas o de ingestión de hidrocarburos.
 
Bibliografía
Amigó Tadín M. Lavado gástrico en el paciente con intoxicación aguda. [Internet.] NURE Investigación, 2012; mayo-junio. Nº 58. [Consultado: marzo de 2016.] Disponible en: http://www.nureinvestigacion.e/OJS/index.php/nure/article/view/579
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Vale JA. Position statement: gastric lavage. American Academy of Clinical Toxicology; European Association of Poisons Centres and Clinical Toxicologists. J Toxicol Clin Toxicol.1997;35:711-9.


8. NO realizar tira reactiva en pacientes con sonda vesical.
En aproximadamente un 10% de los pacientes sondados aparece bacteriuria asintomática; de estos, el 10-25% desarrolla síntomas locales de infección del tracto urinario (ITU) y el 3% sepsis.

El factor de riesgo de infección urinaria más importante es la duración del sondaje.  El 100% de pacientes con cateterismos superiores a 30 días presenta bacteriuria, mientras que en aquellos con sondajes transitorios o de corta duración raramente se produce bacteriemia. En pacientes que precisan sondaje prolongado de 14 días o más, el cambio de sonda aséptico es la medida de prevención más importante.

El diagnóstico de ITU se apoya principalmente en la presencia de síntomas y signos, como fiebre, dolor y tenesmo vesical, en cuyo caso se requiere tratamiento antibiótico. Constatar la presencia de bacterias o leucocitos en la orina rara vez tiene implicaciones para el tratamiento de la ITU. La tira reactiva de orina no es un método eficaz para la detección de ITU en adultos con sonda permanente, ya que no existe relación entre el nivel de piuria (presencia de leucocitos en la orina) e infección, y la sonda invariablemente induce piuria sin la presencia de la infección. Para asegurarse de que las ITU se diagnostican con precisión, antes de iniciar el tratamiento empírico (antibióticos de amplio espectro basados en los patrones locales de sensibilidad), se debe realizar un cultivo de orina siempre que sea posible.

Bibliografía
Llor C, Moragas A, Bayona C. Patología urinaria infecciosa. FMC. 2013;20(Supl.2):9-37.
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Urinary tract infections in adults. NICE quality standard [QS90] Published date: June 2015. https://www.nice.org.uk/guidance/qs90/chapter/quality-statement-2-diagnosing-urinary-tract-infections-in-adults-with-catheters. [Consultado 30 de marzo de 2016.]


9. NO hacer radiografía simple de abdomen en caso de dolor abdominal agudo, salvo que exista sospecha de obstrucción o perforación.
El dolor abdominal agudo es un motivo frecuente de consulta en los servicios de urgencias. Se trata de un síntoma que puede indicar la presencia de numerosas condiciones, desde una causa banal a otras de riesgo vital. El diagnóstico diferencial incluye: apendicitis, obstrucción intestinal, diverticulitis, colecistitis, cólico renal, patología intestinal aguda, pancreatitis o trastornos ginecológicos. En un porcentaje elevado de casos no se alcanza un diagnóstico definitivo y se informa de dolor abdominal inespecífico.

La realización  de una historia clínica detallada y un examen físico minucioso son elementos fundamentales para orientar el diagnóstico. Las pruebas de laboratorio y las de imagen ayudan a descartar o confirmar un diagnóstico. Ante una sospecha de patología grave, es mejor optar por pruebas de imagen más resolutivas (ecografía, tomografía computarizada) que la radiografía simple de abdomen.

Históricamente, en nuestro entorno, la radiografía simple de abdomen se ha utilizado mucho en todos los pacientes con sintomatología abdominal aguda. Sin embargo, el valor añadido de su uso rutinario es muy limitado, ya que aporta poca información relevante y pocas veces modifica la actuación clínica. Por otro lado, la no realización de radiografía minimiza la exposición a radiaciones innecesarias, reduce costes y aumenta la eficiencia de los servicios de urgencias.

La radiografía  simple de abdomen está indicada ante la sospecha de obstrucción o perforación intestinal y la ingesta de cuerpos extraños radiopacos. Algunos autores admiten la realización de la radiografía simple de abdomen en los cólicos renales (litiasis), aunque no de forma sistemática.

Bibliografía
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10. NO realizar radiografía de tórax sistemática en las agudizaciones asmáticas.
El asma es una enfermedad del sistema respiratorio caracterizada por una inflamación crónica de la vía aérea, cuyas manifestaciones clínicas son heterogéneas y variables en el tiempo, y consisten en sibilancias, dificultad respiratoria, opresión torácica y tos. El asma es una enfermedad de alta prevalencia en nuestro medio. El empeoramiento de los síntomas (crisis de asma) genera un gran número de visitas a los servicios de urgencias.

La radiografía  de tórax no es un examen de rutina en la evaluación de un paciente con crisis de asma. Los hallazgos radiográficos más frecuentes son hiperinsuflación pulmonar bilateral y engrosamiento de las paredes bronquiales. En caso de agudización asmática, la radiografía de tórax rara vez hace cambiar la conducta clínica. Los estudios disponibles sugieren que la historia clínica y el examen físico permiten determinar si la radiografía de tórax está indicada.

Se aconseja solicitar una radiografía de tórax ante una crisis grave que no responde al tratamiento estándar, una crisis asmática sin evaluación radiológica previa, la sospecha de cuerpo extraño o la sospecha de complicaciones (atelectasia, neumonía, neumotórax).

Bibliografía
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11. NO realizar sistemáticamente radiografía en los esguinces de tobillo (reglas del tobillo de Otawa).
Las consultas por lesiones de tobillo son muy frecuentes en los servicios de urgencias. Un porcentaje elevado de estas lesiones son los esguinces de tobillo (estiramiento, ruptura parcial o ruptura completa de al menos un ligamento). Se estima que el 15% de los pacientes que acuden a urgencias con un esguince agudo de tobillo presentan una fractura ósea.

Las reglas de Ottawa para tobillo y pie hacen referencia a una serie de pasos que se dan en la exploración de las lesiones de estas zonas para determinar el mejor tratamiento, la gravedad de la lesión y, sobre todo, la necesidad de tomar medidas de diagnóstico por la imagen como la radiografía en las lesiones de tobillo y pie.

Estas reglas limitan el daño potencial por exposición a la radiación y disminuyen los costes y tiempos de espera; todo ello sin omitir fracturas importantes y garantizando la calidad de la atención médica. Son reglas simples y fáciles de emplear y han sido validadas en varios estudios. La exploración  del tobillo se debe realizar lo más precozmente posible, pues a las pocas horas de la lesión puede aparecer edema y contractura antiálgica que pueden dificultar la exploración.

Según las reglas de Ottawa, se recomienda solicitar un estudio radiológico:
  • De tobillo: en caso de dolor en los 6 cm distales de maléolo tibial o peroneal, o si hay incapacidad para sostener el propio peso durante cuatro pasos.
     
  • De pie: en caso de dolor en el escafoides tarsiano o en la base del quinto metatarsiano, o si se observa incapacidad para sostener el propio peso durante cuatro pasos. 
Bibliografía
Maughan KL. Ankle sprain. [Internet.] Uptodate Literature review current through: Feb 2016. This topic last updated: Jan, 2016. In: UpToDate,  Basow, DS (Ed), UpToDate, Waltham, MA, 2016. Disponible  en: http://www.uptodate.com/contents/ankle-sprain
Stiell IG, Greenberg GH, McKnight RD, Nair RC, McDowell  I, Worthington  JR. A study to develop clinical decision rules for the use of radiography in acute ankle injuries. Ann Emerg Med. 1992;21(4):384-90.
Stiell IG, McKnight RD, Greenberg GH, McDowell  I, Nair RC, Wells GA, et al. Implementation of the Ottawa Ankle Rules. JAMA. 1994;271:827-32
.

12. NO realizar tomografía computarizada craneal en pacientes adultos no anticoagulados con traumatismo craneoencefálico leve (Glasgow 15) secundario a síncope y evaluación neurológica normal.
El traumatismo craneoencefálico (TCE) secundario a síncope (pérdida de conciencia de breve duración) es un motivo de consulta frecuente en los servicios de urgencias.

Se considera  que en los pacientes con TCE secundario a síncope, el riesgo de lesión intracraneal es bajo cuando los valores de la escala de Glasgow de acuerdo con las manifestaciones de abrir los ojos, respuesta verbal y respuesta motora (gravedad del TCE) se sitúan entre 14 y 15, la exploración neurológica es normal, los pacientes presentan una cefalea leve o dolor en la zona del impacto, mareo y/o vértigo y una laceración o hematoma en el cuello cabelludo. En esta situación no se ha demostrado el beneficio de realizar una tomografía computarizada (TC) craneal. Se excluyen de estos criterios los pacientes anticoagulados.

Existen dos escalas validadas para identificar a los pacientes con TCE leve y bajo riesgo de lesiones intracraneales graves que sí se podrían beneficiar de una TC craneal: la escala canadiense, validada por Stiell y sus colaboradores, y los criterios de Nueva Orleans, validados por Haydel y sus colaboradores.  Los factores de riesgo que indicarían recomendación de TC craneal según las reglas canadienses son:
Glasgow < 15, a las 2 horas después del TCE.
  • Sospecha de fractura craneal abierta/deprimida.
  • Signos de fractura de base de cráneo.
  • Vómitos ≥ 2 episodios.
  • Edad ≥ 65 años.
  • Amnesia anterógrada ≥ 30 minutos.
  • Mecanismo de alta energía.
Bibliografía
Easter JS, Haukoos JS, Meehan WP, Novack V, Edlow JA. Will Neuroimaging Reveal a Severe Intracranial Injury in This Adult With Minor Head Trauma?: The Rational Clinical Examination Systematic Review. JAMA. 2015;314:2672-81.
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Goyal N, Donnino MW, Vachhani R, Bajwa R, Ahmad T, Otero R. The utility of head computed tomography in the emergency department evaluation of syncope. Intern Emerg Med. 2006; 1:148-150.
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Mitsunaga MM, Yoon HC. Journal Club: Head CT scans in the emergency department for syncope and dizziness. AJR Am J Roentgenol. 2015;204:24-8.


13. NO utilizar la vía intramuscular para la administración de fármacos de forma rutinaria.
La utilización de la vía intramuscular está muy extendida en el manejo de los pacientes en los servicios de urgencia. Los fármacos se absorben con gran rapidez, sobre todo aquellos que están en solución acuosa. Sin embargo, con pocas excepciones, no hay estudios que avalen que la vía intramuscular es mejor que la oral.

En un artículo publicado en la revista de la American Academy of Family Physicians se hace una revisión no sistemática que se centra en las indicaciones  de la vía intramuscular y en el uso ambulatorio de antibióticos, corticoides, antinflamatorios y vitamina B. La revisión concluye que la vía oral ha demostrado ser tan eficaz como la intramuscular, y se considera de primera elección en los siguientes casos:
  • Antibióticos en el tratamiento ambulatorio de la neumonía y de la mayoría de otras infecciones bacterianas.
  • Corticosteroides.
  • Altas dosis diarias orales de vitamina B.
  • Antinflamatorios no esteroideos (AINE).
La vía intramuscular, en general, está indicada en pacientes con náuseas, vómitos, diarrea o deshidratación. También está indicada cuando es preciso asegurar la toma del medicamento, ante la imposibilidad de uso de la vía oral o si el paciente no colabora. De forma específica, se recomienda la vía intramuscular en la administración de antibióticos frente a Neisseria gonorrhoeae y Treponema pallidum; en la faringoamigdalitis producida por el estreptococo A beta hemolítico cuando la vía oral no puede utilizarse, y para la adrenalina en caso de reacción anafiláctica.

Bibliografía
Shatsky M. Evidence for the Use of Intramuscular Injections in Outpatient Practice. Am Fam Physician. 2009;79(4):297-300.


14. NO colocar de manera sistemática una sonda nasogástrica en pacientes con sospecha de hemorragia digestiva alta no varicosa.
La hemorragia digestiva alta (HDA) se produce en la parte alta del tubo digestivo (esófago, estómago y duodeno). Se manifiesta generalmente en forma de hematemesis o melenas, aunque a veces puede presentarse como una rectorragia. La hemorragia producida por varices esofágicas representa el 10-20% de las HDA y casi siempre está asociada a una enfermedad crónica del hígado. El 80-90% restante se agrupan bajo el nombre de hemorragia digestiva alta no varicosa (HDANV).

La HDANV es una urgencia digestiva frecuente.  La causa más habitual es la úlcera péptica (úlcera gástrica o duodenal). Pueden producirse a cualquier edad, pero hoy en día son más comunes en personas de edad avanzada y especialmente cuando existe ante- cedente de uso de AINE y anticoagulantes.

No se dispone de estudios que demuestren que la colocación de una sonda nasogástrica mejore el diagnóstico, el pronóstico o el tratamiento de la HDANV. Las guías recomiendan individualizar su uso, siendo una opción en casos de duda diagnóstica tras la anamnesis y la exploración (por ejemplo, ante sospecha de HDA con rectorragia para objetivar restos hemáticos en el tubo digestivo alto). La sonda nasogástrica tampoco ha demostrado ser útil ni para la monitorización de la recidiva ni para la limpieza del estómago previa a la endoscopia, por lo que, si se utiliza, debe retirarse tras valorar el aspirado gástrico.

La endoscopia consigue identificar la causa de la hemorragia la mayoría de las veces. En torno al 80% de los casos, la hemorragia cesa espontáneamente de manera definitiva; en el resto, será necesario un tratamiento específico.  La eficacia del tratamiento endoscópico y farmacológico de la HDANV es superior al 90 % y se puede repetir si es necesario. Cuando todas las medidas anteriores fracasan, es necesario un tratamiento quirúrgico.

Bibliografía
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15. NO utilizar butilbromuro de escopolamina en el tratamiento de los cólicos renales.
El butilbromuro de escopolamina o butilbromuro de hioscina (Buscapina®) es un fármaco anticolinérgico empleado en el tratamiento de los espasmos del tracto gastrointestinal, genitourinario y de las vías biliares. Durante décadas ha sido ampliamente utilizado para tratar el dolor del cólico nefrítico, en base a recomendaciones empíricas.

Los estudios que han evaluado el efecto farmacológico del butil- bromuro en el tracto urinario, ya sea con monoterapia o en combinación, muestran resultados controvertidos.

Los antinflamatorios  no esteroideos (AINE) son más eficaces en el alivio del dolor que el butilbromuro y siempre deben administrarse en ausencia de contraindicaciones. Actúan directamente en el mecanismo fisiopatológico del dolor (inhibiendo los efectos producidos por las prostaglandinas), disminuyendo el tono del músculo liso ureteral y el edema local. El tratamiento con AINE ha demostrado que reduce los nuevos cólicos y también el número de visitas a urgencias.

El butilbromuro asociado a los AINE no ofrece ningún beneficio adicional en el control del dolor y presenta efectos secundarios significativos (sequedad de boca, estreñimiento, pérdida de la acomodación visual) que desaconsejan su uso.